Quinto Elemento

Cosquín comenzó a cantarle a sus seis décadas


27 de enero de 2020

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por Pao De Senzi (especial para Quinto Elemento) / Periodista/ Gestión de prensa / + 54 351 671 3641 / http://paodesenzi.com - Foto: Carlos Paul Amiune

El sábado arrancó el festival mayor de folklore, que se extenderá hasta el domingo 2 de febrero, y promete momentos especiales

La foto imaginada: La plaza Próspero Molina colmada, el aire cálido y húmedo y un cielo negro profundo y el sonido entrañable de la voz de Juan Carlos Saravia, recientemente fallecido, un recuerdo vivo de Cosquín en su nacimiento: Saravia era el único sobreviviente de aquella epopeya folklórica que se gestó humildemente sobre la avenida principal del pueblo. “Cosquin ha sido el festival que unió toda la música folklórica de Argentina de Latinoamérica”, se lo escuchó decir. Ese timbre agudo y familiar se confundió con el de la arenga de Julio Marbiz, uno de los que llevó el grito por años sobre el escenario Atahualpa Yupanqui. La ovación, sostenida, se contuvo un minuto al escuchar el Aquí Cosquin de hoy, en la voz de Claudio Juárez. De esta manera, Cosquín comenzó a cantar.

El festival de Cosquín cumple 60 años, y recibió a su público con recorrido por una historia abundante en anécdotas, imágenes, sonidos y momentos inolvidables. El ballet Camín fue el encargado de volver a despertar la mirada hipnotizada (por lo que venía aconteciendo) de los concurrentes de la noche del sábado 25 de enero. El cuerpo de baile, formado por nuevos integrantes que auditaron -como todos los años- y algunos miembros que bailaron en diferentes ediciones, se presentó bailando el himno del festival bajo la dirección de Rodolfo Ues con vestuario acorde a cada una de las décadas del festival.

El cura Monguillot (uno de los mentores del primer festival), fue la figura relevante entre muchas que pasaron por las imágenes en blanco y negro y que despedía la pantalla detrás del escenario, bendiciendo la primera noche, en el lejano 1961. Aquí en este tiempo, el padre Carlos Antonio Joaquín, bendijo la edición de los “sesenta años pródigos”, como dijo Juárez en la apertura.

La primera luna tuvo un condimento especial, por el momento que vive el festival: Los Manseros Santiagueños, Lucio Rojas, el Chaqueño Palavecino, Emiliano Zerbini, bien incluidos por los encargados de programación para generar altos decibeles de baile y celebración en la platea, entregaron justamente lo que el público fue a buscar. Pero también, hubo de parte de Yamila Cafrune y Mario Álvarez Quiroga (otros de las protagonistas de la noche) de esos momentos dignos de un festival que reposa en sus iconos eternos, como Cafrune y Yupanqui. La cantora puso sobre el escenario canciones que fueron homenajes, por caso, a Anibal Sampayo y Alfredo Ábalos. Incluyó al periodista e historiador Mariano Saravia para los relatos en el tema “La Patria no se hizo sola” (de un disco de Cafrune del año 66), y recordar a Manuel Belgrano. Y sorprendio en el final con el abrazo simbólico al Kolla Chavero, uniendo las almas de Cafrune y Yupanqui. Se dio el gusto de agradecer a la comisión esa unión eterna de su familiaon con el festival y sin estrellatos, sin demagogias, interpelar desde su figura de heredera del apellido, la historia que la recibe con orgullo y satisfacción, como una manera de continuar el legado de su padre.

Mario Álvarez Quiroga también rindió homenaje a Atahualpa Yupanqui , con cuatro artistas plásticos que presentaron "Pintando Historias para Don Ata". El santiagueño siempre tiene en su mochila algo nuevo para entregar, y alguna emoción extra. Las postales de provincia fueron para Tucumán, tierra de poetas y cantores, representados entre otros por referentes de este tiempo, como Yuca Córdoba y Adriana Tula. Silvana Galli, la ganadora del pre Cosquin en el rubro solista femenino también se sumó a la noche, que terminó a todo baile, primero con Emiliano Zerbini desplegando su repertorio de danzas folklóricas, y homenajeando a los maestros de ese arte, acompañado por su madre, Silvia y Jorge “Negro” Valdivia junto a un gran ballet; y luego con el Chaqueño Palavecino, quien fue el encargado de cerrar la primera luna de los 60 años.

Mientras esto sucedía, las peñas se encendían para recibir a quienes querían seguir de caravana (son pocas, pero están y son el símbolo del otro Cosquin: las dos oficiales, la del violinero Néstor Garnica, la de Cuti y Roberto Carabajal, y el Patio de la Pirincha, con una historia bien diferente a todas pero no menos convocante), la comisión ya anunciaba la grilla de la segunda luna, que en el comienzo dispararía otro momento memorable con Juan Carlos Baglietto y Lito Vitale, sumando sus almas a las canciones inoxidables (así se llama el disco que acaban de editar). De esa producción eligieron las más folklóricas, para terminar con Sapo Cancionero, coreado por la platea. En esa comunión en donde se confunden los protagonismos de la canción, el artista y el público, sacó ventaja la lluvia, (que comenzó a caer apenas subió el dúo al escenario) y entregó una imagen – otra vez- entrañable, en una noche que esperaba a mas artistas, de generaciones distintas: Orlando Veracruz, Julieta Marucco, Indios de Ahora, Destino San Javier y Nahuel Penissi

Cosquín suma 60 ediciones ininterrumpidas, y sus calles ya viven su festival que, se prevé, será exitoso en venta de entradas. Al parecer, por lo que se vio en las primeras horas, este Cosquin depara momentos inolvidables, que seguramente serán dignos de ser parte de una historia de resistencia y permanencia.

 

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