Jorge Zima: "el arte surge de una necesidad imperiosa de comunicar algo que todavía no logramos entender"
20 de octubre de 2022
Fotos: Lucía Berardi
El músico y cineasta Jorge Zima lanza un nuevo disco de composiciones propias, aunque también se anima a versionar a Caetano Veloso y a Paco Ibañez. Me Río de la Plata está disponible en todas las plataformas digitales. “Siempre pretendo que cada canción sea un pequeño viaje. Me parece que en este álbum logramos vestir a cada una de estas canciones de manera apropiada. Me refiero naturalmente a los arreglos. Y luego en la posproducción defendimos ese concepto. Que lo técnico no aleje, que no se pierdan los elementos crudos de cada instrumento. Trabajar fino en el detalle pero para resaltar la emoción con sus bellas imperfecciones. Sólo puedo decirles que me excita la idea de compartirlo, de que llegue hasta ustedes. Eso parece buena señal", dice Jorge.
-Una vez más cada canción de tus discos propone un "pequeño viaje" ¿De qué se trata Me Río de la plata? ¿Cómo se gestó tu flamante trabajo discográfico?
-Sí, es cierto. Esto es algo que está en todos mis trabajos, lo de plantear un pequeño viaje en cada canción. Y no es sólo una forma de decir. Creo que puede percibirse, y eso se genera fundamentalmente a través de los arreglos musicales. En la forma en que voy eligiendo la “vestimenta” que tendrá cada tema. Y este es un proceso que parte de mí y se completa con el aporte creativo del resto de los músicos que participan. Me Río de la Plata es un álbum de diez canciones, que en un comienzo eran trece. Ocho son composiciones mías, y otras dos son versiones. Esto también es algo que viene sucediendo en todos mis trabajos, siempre hay versiones. Disfruto mucho del proceso de encontrar una luz distinta para mirar esos temas que de algún modo han sido parte de mi historia. El disco comenzó a gestarse al reunirme con Pato Resico y mostrarle algunas de mis nuevas canciones de ese momento. Arrancó a fines del 2018. La idea era armar una pequeña banda, y ahí pasamos por algunas formaciones previas, hasta que dimos con la definitiva que es la que grabó en todo el álbum. Los músicos fueron felices sugerencias de Pato. Ensayamos mucho, como te decía, un repertorio de trece o catorce canciones. Hicimos dos presentaciones privadas, en nuestro lugar de ensayo, a las que asistieron amigos. Fue una experiencia muy gratificante y que nos sirvió para darnos cuenta de que las canciones ya estaban en un buen punto de madurez para pasar al estudio y grabarlas. Pero en mitad del proceso vino la pandemia y todo entró en pausa, hasta que pudimos retomarlo. El álbum termina de encontrar su forma final en esta última larga etapa de postproducción.
-El cine, las letras, la música, el arte como forma de vida ¿Es una elección, una búsqueda, un por qué?
-Es todas esas cosas. A veces es una cruz también, sin querer ponerme dramático. Yo me sorprendo continuamente al darme cuenta que elegí este camino. Uno de mis versos favoritos de Caetano (y hay muchos) es el que dice “cada uno sabe el dolor y la delicia de ser lo que es”. Muchas veces me gustaría ser otra cosa, pero ese mismo deseo ya tiene algo de poético. El arte surge de una necesidad imperiosa de comunicar algo que todavía no logramos entender, y ahí nos empezamos a esforzar por darle al otro algunas pistas de esto que sentimos o pensamos y que no puede expresarse con el lenguaje cotidiano. Entonces las palabras se trastocan en imágenes, las imágenes en sonidos, y así.
-"La realidad no conforma, qué va, pretendo un mundo mejor, así y todo, nada envidio la suerte del opresor", decís en una de las letras. ¿Cómo imaginás ese mundo mejor? ¿Qué se puede aportar desde el arte para lograrlo?
-Un mundo mejor es un mundo más amable. Un mundo más igualitario, un mundo en el que la belleza forme parte de lo cotidiano. Un mundo en el que podamos cruzarnos y reconocernos como iguales, en el sentido de que estamos todos participando de una existencia que no comprendemos; que estamos de paso, que compartimos el mismo planeta, y eso sólo debería hermanarnos. Duele ver que estamos yendo para el otro lado.
-Cambian las formas de manera vertiginosa: lo que antes era un disco físico, ahora es un puñado de formatos virtuales ¿Cómo te llevás con las tecnologías y las nuevas formas de hacer y difundir la música?
-Trato de aceptarlas. Tomar la parte buena, que también la tiene. Pero tampoco me gusta esto de aceptar todo para hacerse el moderno. Los humanos seguimos viniendo en un formato muy parecido a cuando yo era chico, los bebes de esta época no tienen usb en el cerebro o lectores de códigos en los ojos. Por lo tanto, hay cambios grandes, pero ciertas necesidades humanas no se pierden, al margen de que el mercado tecnológico imponga un entorno diferente. Por eso, creo, es que siempre estamos asistiendo a todo tipo de revivals. Con la ropa, con los discos de vinilo, o lo que sea. Me gusta estar atento también a estas necesidades y no dejarme arrastrar mansamente por la corriente.
-Elegiste un poema de Quevedo que atraviesa por su contemporaneidad ¿Por qué lo incluiste en el disco?
-Por eso mismo que decís. Porque es un diálogo con algo que viene del siglo XVII pero sigue vigente. Se relaciona un poco con lo que mencionábamos recién. El humano, con sus bellezas y sus miserias, no ha cambiado tanto. Y por el peso de la palabra. Unos versos con modismos antiguos pero con una potencia y una vigencia que te pega en el pecho.
-¿Proyectos de cine?
-Sí, claro. Varios. ¡Es que los tiempos del cine son tan complicados! Tengo guiones para largometrajes, uno que se llama Perder la Vertical, que espero poder realizar pronto. Pero hay varios casi terminados, y también para una serie que tiene que ver con la música. Y documentales. En fin, necesito encontrar un socio/socia productor para poder encarar todo esto.
-Dicen por ahí que existe otro mudo, pero habita en éste mundo ¿Cómo es el mundo de Jorge Zima?
-Un mundo cambiante. Frágil. Permeable a lo que lo rodea. Intenso en sus luces y sus sombras. Empecinado en encontrar el juego, la gracia, la poesía hasta en las cosas más áridas.
Jorge Zima nació en Buenos Aires. Es egresado de la carrera de composición musical de la Universidad de Córdoba en 1985, realiza diversas actividades musicales ahí, desde la grabación de canciones de su autoría hasta componer bandas sonoras para cortos y documentales. Se apasiona con el lenguaje audiovisual y filma una serie de cortometrajes en cine y video (uno de ellos, con un premio otorgado por el INCAA). Luego deja el país para continuar su formación como cineasta en la Universidad de Bristol, Inglaterra. Trabaja en la industria cinematográfica en Londres, fundamentalmente como montajista.
A su regreso al país, en 1995, trabajó por un breve lapso en publicidad. Realizó por esa época varios videoclips musicales, de artistas plásticos y documentales. En 1999 escribe y dirige su primer largometraje, “Noche en la terraza”, estrenado comercialmente en 2002 con el que recorre numerosos festivales internacionales. Es coproductor del documental “Oscar”, de Sergio Morkin. Su actividad musical continúa por esta época con la composición de bandas sonoras para sus propias producciones y otras películas, como el largometraje “El Regreso” de Hugo Lescano. Además, se desempeñó como profesor de Narrativa cinematográfica en la Universidad de Morón entre 1995 a 2001, Realización audiovisual en la Universidad de Palermo entre 2001 a 2003, Música para cine en la Escuela Superior de Cinematografía de Buenos Aires (1995-1998) y Taller de expresión II en la U.B.A. desde el 2000 hasta 2012. En 2005 escribe la obra de teatro “Caso Casandra” que en su primera temporada dirige Mariana Briski y luego se reestrena bajo su dirección. También por esa época se encarga de la producción en Argentina de un documental para el programa británico “The South Bank Show”. Junto con María Laura Giménez funda y dirige el club cultural Vaca profana, que funcionó entre de 2003 al 2010 en ciudad de Buenos Aires, y por donde desfilaron importantes referentes de la música, plástica y teatro del país y también del extranjero. En 2010 se estrena su segundo largometraje, Boca de fresa, comedia protagonizada por Rodrigo de la Serna y Érica Rivas, además de un gran elenco y filmada casi enteramente en Córdoba. La película contó con una canción homónima, compuesta por Zima e interpretada por Carlos “La Mona” Jiménez, que sonó en todas las radios del país ese año. Tiene cuatro álbumes editados: Equilibrio Inestable (2006), Benditos ateos (2012), La Medida de lo Imposible (2016) junto a Juan Vattuone y el más reciente Me Río de la Plata (2022).
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