Sandro / El mito de Valentín Alsina
23 de septiembre de 2018

Habría que haberlo enjuiciado en juicio oral y público, acusado de múltiples causas, todas excarcelables pero toda reiteras hasta el hartazgo. Sus antecedentes son muchos: por los años 60 ya dejaba cientos de corazones así de desechos por el viento, como se arroja de costado un papel viejo; un poco más acá, y por ese palpitar, muchas sufrieron igual que sufrió el, mientras la pasión mordía el corazón. El jurado bien pudo haber sido presidido por algún viejo rockero, acusándolo de esconder el secreto de su pelvis ¿Acaso alguien volvió a moverla así? Hizo volar guitarras al viento, y logro que cada beso flotara entre las nubes, llenándose de cada una de ellas. Pero, ni sirve aclararlo, el juicio quedará sin sentencia, o la única sentencia será el renovado amor de sus nenas (Que ya no son tan nenas)
Como pocos –alcanzan los dedos- Sandro guardó la coherencia entre el hombre y el personaje, entre lo pensado y lo actuado, entre Roberto Sánchez y su otro él. Casi fecha patria, nació el 19 de agosto de 1945 y en tiempos de Elvis fue de fuego. “Yo era el líder por ser el menos malo”, dijo de aquel grupo de cinco que paseó por colegios, festivales, concursos. Un día el vocalista se negó a cantar un tema y Sandro se animó. Y siguió. Claro, al principio, las discográficas lo mandaban con pasaje de regreso a Banfield, pero el Gitano era insistiror, y el 13 de noviembre de 1963 en los estudios CBS Columbia, realizó su primera grabación.
Al tiempo se fue abriendo camino para el lado más romántico, algo que le valió por un tiempo el enojo de los que andaban más cercanos al rock, aunque también el respeto ("Sandro es un verdadero maestro del rock, y eso poca gente lo sabe, porque después se dedicó a otro género, que lo hace muy bien también. Sandro es un gran rockero, fue un gran maestro para todos nosotros", dijo alguna vez Javier Martinez, el creador del trío Manal), y le apareció un duelo implícito con Palito Ortega. Uno era el muchacho bueno del interior, el otro el amor salvaje y la pasión.
Los años pasaron y Sandro se convirtió en mito. Un mito que caminó las calles de Valentín Alsina, un mito que inundó de pasión el corazón de miles de mujeres, capaces de seguirlo aquí, allá y a todas partes.
Te propongo un amanecer cualquiera aferrada de mi brazo compartiendo una quimera; te propongo simplemente que me quieras. Proponía poco pero mucho, cumplía y no se dejaba ver por los fotógrafos que le hacían guardia para saber algo más. Acaso no haya sido un gran cantante pero nadie cantaba así, vendió cientos de miles de discos, filmó 16 películas, cosechó un trigal y muchos grandes amigos. Roberto Sánchez, o el Gitano, o Sandro, no tuvo ni tiene ni tendrá un parangón, porque pertenece a la raza de los únicos e irrepetibles. Su ADN fue la música, el show, el carisma, el amor, las largas colas esperando su actuación en el Gran Rex, aunque detrás de los muros de su caserón, su mundo privado era un misterio. Podría agregarse que murió después de pelear contra las ganas de no querer morir. ¿Pero quién dice que esta noticia esté confirmada?