Quinto Elemento

¿Qué es lo que más nos estresa?


19 de abril de 2021

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Por la Dra. Laura Maffei (especialista en endocrinología clínica y directora de Maffei Centro Médico), autora del libro Alicia en el país del estrés

 

Existe una cadena de reacciones tan comunes, que son fisiológicas, autonómicas y automáticas. Estas reacciones son las que le permiten a una persona desarrollarse de manera más eficaz en un nuevo escenario, no solo físicamente, sino también a nivel mental, hiperactivando su recurso atencional, el cual le permite enfocarse y concentrarse de manera más eficiente. Así su memoria está lista para archivar toda la información que considere indispensable para su supervivencia. Esta es la versión saludable del estrés, llamada “estrés agudo”, y viene acompañada por una fase de descanso en donde nuestro organismo recupera su equilibrio. 

Visto de esta manera, es la reacción de nuestro cuerpo que nos permitió sobrevivir por miles y miles de años.

Aunque también que existe una versión negativa del estrés, el “estrés crónico”, que sucede cuando las hormonas adrenalina y cortisol están presentes en dosis mayores que las necesarias y/o por plazos prolongados. En estos casos, el efecto es el opuesto al adaptativo: baja nuestro rendimiento y nuestro sistema psico-inmuno-neuro-endocrinológico (PINE) se ve profundamente afectado:
Psicológico, porque la presencia de adrenalina y cortisol de manera sostenida es neurotóxica, disminuye la síntesis de ciertos neurotransmisores (biomoléculas que tienen por función transmitir información de una neurona a otra a través de un proceso llamado sinapsis), como la serotonina por ejemplo, indispensable para experimentar, de manera estable, nuestro estado de ánimo; y esto puede generar la aparición de síntomas de ansiedad y/o depresión.

Inmuno, porque parte de la reacción normal del estrés incluye la suspensión momentánea del sistema inmunológico; pero si esta suspensión es sostenida, nos convertimos en un cuerpo sin defensas, propenso a cualquier tipo de enfermedad, incluso las autoinmunes.
Neurológico, porque estas hormonas en dosis elevadas generan que se atrofien algunas estructuras cerebrales, como el hipocampo por ejemplo, provocando déficits en nuestra memoria.

Endocrinológico, porque la secreción sostenida de cortisol fatiga al sistema y provoca que este actúe de manera deficiente frente a las futuras demandas, dejándonos expuestos y vulnerables.

Se le llama estresor a cualquier objeto, suceso o situación del pasado, presente o futuro, que cumpla con una  o más de las cuatro condiciones resumidas en el acrónimo CINE (pérdida de control, imprevisibilidad,
novedad y amenaza al ego); y que estos pueden ser comprendidos en términos absolutos o relativos.

Estresores absolutos
(El estrés de las catástrofes)

Los estresores absolutos suponen una amenaza para la vida, un riesgo mortal. Una situación donde no hay tiempo de evaluación ni racionalización. El cuerpo se activa y se prepara para hacer lo que sea, incluso cosas que jamás pensó.
Mi abuela siempre decía que hay que dormir con un camisón lindo y no con ropa desecha. Argumentaba que había que estar preparado para salir corriendo en caso de incendio. “No querrás que los bomberos te vean toda desarreglada”, decía.
Pero si bien mi abuela era un tanto exagerada, lo cierto es que cuando uno está sometido a una situación límite en donde corre riesgo su vida actúa de manera inmediata sin pensar ni medir las consecuencias. Podría salir a la calle desnuda si estuviera en juego mi vida.
Recuerdo un evento que sucedió hace unos años. Un amigo había decidido renunciar a su trabajo para dedicarse a su familia. Le llevó varios meses poner todo en orden. Cuando por fin lo consiguió, con el dinero que había recibido se compró una casa en las afueras de la ciudad y una camioneta.
Pero su felicidad se vio interrumpida cuando unos delincuentes subieron a la camioneta de sorpresa exigiéndole las llaves, el dinero, todo. Su vida estaba en riesgo y también la de su hija menor, que dormía en el asiento trasero. Aún recuerdo sus palabras: “El dinero que me pedían para impedir el secuestro de mi hija era imposible. En mi vida había negociado con tanta lucidez”. No habían pasado ni 10 minutos. El asunto estaba resuelto y todos sanos y salvos.
Claramente la respuesta de estrés agudo permite un máximo de concentración y atención que nos posibilita tener un desenvolvimiento superior al de la vida cotidiana. Como dice el personaje de Adela en la obra de Federico García Lorca, La casa de Bernarda Alba: “A un caballo encabritado soy capaz de poner de rodillas con la fuerza de mi dedo meñique”.
Y sí, porque cuando estamos en presencia de un estresor absoluto la respuesta es autonómica y automática. Antes de que podamos siquiera pensarlo, nuestro Sistema Nervioso Autónomo (SNA) hace lo necesario para que nuestro cuerpo pueda responder eficientemente a los cambios del ambiente (internos o externos). Parte de este sistema se activa y parte se inhibe. La parte que se activa es la que llamamos Sistema Nervioso Simpático (SNS). Sus ramificaciones comienzan en el cerebro y se proyectan a través de la médula espinal hacia casi todos nuestros órganos. Su activación, como ya hemos mencionado, aumenta la vigilancia, la memoria, la atención, la fuerza, la energía disponible, etc. El hipotálamo desencadena la activación de las glándulas adrenales que liberan catecolaminas: adrenalina y noradrenalina, y también cortisol.
La otra mitad del SNA, el Sistema Nervioso Parasimpático (SNP), se ve inhibida. Este sistema media las funciones vegetativas (nutrición, transporte, respiración y excreción) que promueven el crecimiento y el almacenamiento de energía. ¡Es hora de poner toda la carne al asador!

Guerras, terremotos, desastres naturales, agresiones físicas, incendios, naufragios. Cualquier persona sería capaz de levantar a un elefante sobre su cabeza si de eso dependiera su vida.

Estresores relativos
(El riesgo de las malas noticias)

Los estresores relativos son los que nos afectan en la vida cotidiana, aunqueno pongan en riesgo la supervivencia. El impacto permanente de ellos nopermite que nuestro organismo se reponga del efecto de la adrenalina y el cortisol, y esto produce que nunca desactive su estado de alerta.
La adicción a la tecnología, la vida en las grandes ciudades, la falta de sueño, la saturación de información, la vulnerabilidad social, las diferentes etapas del ciclo vital son algunos de los factores del estilo de vida moderno que nos hacen susceptibles. Está probado que las malas noticias de los noticieros son más proclives a desencadenar reacciones de estrés crónico que las noticias neutrales.
Pero también son responsables del estrés crónico todos aquellos atascos que aparecen en nuestro camino y nos dificultan la llegada a la meta. Pareciera que en los tiempos que corren todo lo que pone en peligro la concreción de mis objetivos, lo que debo (¿debo?), lo que tengo que hacer se convierte en una posible amenaza. Si se enferma mi marido y tengo que faltar al trabajo para cuidarlo es una catástrofe, un palo en la rueda. También lo es un embotellamiento en el tránsito, un restaurante sin mesa disponible, una zapatería que no tiene mi talle, el aumento de la luz, si me cuesta llegar a fin de mes.

Todo lo que interrumpa y obstaculice la concreción de mis deseos, lo que se interponga entre la meta y yo.


 

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